sábado, 26 de septiembre de 2020

Una historia para contar

¡Buenas! Soy Yuliana Peralta. GHoy les vengo a traer una nueva sección al blog, dejando un poquito la tecnología. Esta nueva sección se llama, "Una historia para contar". Primero que nada, quiero agradecer a mi amigo Jesús galletto por permitirme colaborar con este blog. Ahora sí, comencemos. En esta primera parte, les traemos una historia por capítulos llamada "La ciudad del caos. Es una mezcla de realidad y ficción, aunque más basada en la realidad. En primera persona. La ciudad del caos Capítulo 1 Creado por: Yuliana Peralta

Hola, soy Lorena. Tengo 13 años. Mis padres me abandonaron hace unos años, cuando yo tenía 5. y ahora estoy viviendo con mi tía. Gracias a dios tengo parientes, porque de no ser así estaría en un horfanato en este momento. La semana pasada, mi tía se compró un auto nuevo, pues el de ella se había roto y dijeron que ya no tenía arreglo. Con ese auto nuevo salimos a pasear durante los fines de semana, y con ese mismo conducimos hasta la escuela secundaria a la que voy. Antes de que mi tía se compre el auto, nos habíamos mudado (2 meses antes de que se rompa el anterior) a una ciudad a la que todos conocen como la ciudad del caos porque hay edificios en los que generalmente suceden cosas raras... y es uno de esos edificios al que nos mudamos. Recuerdo ese día como si fuera ayer y estaba emocionada por entrar a mi nueva casa y conocer nuevos vecinos. Se me olvidaba decirles que yo soy más de socializar con gente de mi edad o mayores y ningún síndrome tiene que ver con eso, pero es lo que me gusta y nadie puede criticarlo. Es así que una mañana, en pleno silencio, me levanto y escucho un "¡Boom!" Salgo y veo a mi tía asustada, le pregunto... -¿Llamo al médico, tía? -No, amor. Estoy bien, solo que algo asustada, tu tío me asustó con la puerta del baño... -A mi igual... o eso creo... Jaja. Salimos de allí y escuchamos un maullido, ella dijo: -Amor, voy a darle de comer al gatito, ya regreso. -OK, tía. Te espero mientras... -Interrumpe antes de que dijera lo último. -A comprar palmitas... -jajaja, voy, adicta a las palmitas... De repente, al salir del apartamento, justo en el ascensor, veo a una chica. Se llama Clarita... o clara, lo dicho es que le dicen Clarita. En fin, me saludó de tal manera desubicada que aparece su mamá antes de que pudiera entrar al ascensor. -¡Mira quién anda ahí! Nada más ni nada menos que la huerfanita piojosa esa... -me dice, a lo que inteligentemente reprendo con un: -¿ah, así que te crees que tenés todo? Tengo a mi amada tía, y no digas cosas que no son. Andá al horfanato que está a 2 cuadras y ahí verás quiénes sí son los huerfanitos. No tienen ni papá ni mamá, no están parientes junto a ellos y están a cargo de ellos, un personal que no es familia real de ellos. Luego serán elegidos como hijos adoptivos de algunos candidatos que quieran. Pero vos y yo, no somos ese caso. De pronto, la mamá de la chica, sale del apartamento y se encuentra ya en el pasillo escuchando la pelea y la manera inteligente que tengo de responder a insultos a mi edad. ¡Lore! Perdona a mi hija. Es media loca, no como Paula, su hermana. Esta tan solo tiene 8 años pero se comporta peor que un bebé... ¿Qué necesitás? No precisás ir al local de la calle 32 para comprar, tengo un almacén en mi casa. -Vero, dame unas palmitas, porfa. Ok, enseguida te las traigo. Y nuevamente, perdona, Clara es así, media loca de la cabeza. A Vero la conozco desde hace mucho tiempo antes de mudarnos a estos lados, es la mamá de Paula, mi compañera de clases. Y por casualidad, nos mudamos la misma semana, solo que en días diferentes. Es así que me entrega el pedido y vuelvo a mi apartamento. La tía me espera. -Linda, ¿Por qué tardaste? -Tuve una pelea seria con la hija de Vero antes de intentar bajar a la planta baja, a tal punto que Vero me dijo que le compre a ella, que tiene un almacén en su propia casa... -La Clara esa... qué hizo o dijo ahora? -Bueno, quisiste decir, qué dijo. Me trató de huerfanita. -¿Y vos, qué le respondiste? -Le dije que es una loca, le di el ejemplo de los huerfanitos del hogar que queda a 2 cuadras. De pronto la mamá de las chicas salió, retó a Clara, la mandó a su cuarto y me atendió amablemente. -Bueno, amor. Hoy a la tarde veremos si podemos tener una conversación seria con ella. A ver qué pensás, mi preciosa. -Me parece buena idea, aunque no creo que Clara... -interrumpe... -Clara nada, ella va a tener que pedirte disculpas por el insulto, debe reconocer que te ofendió y eso duele. Duele más que una espina en el dedo... digo... No tenía nada más que negar, así que fuimos a la casa de ellas. Paula nos atendió. -¡Mi loca! -Dije yo. -¡Mi loca! -Dijo ella. -Pasa, acá estamos. ¿Qué pasó? Mi tía entró luego. -Bueno, lo que pasa es un terremoto llamado... jajajaj, mejor no lo digo... -Ah, sé de quién hablás. Ella ofendió fuertemente a tu sobrina, la relajó todita, ¿sabés? -Sí sí, me he enterado de todo. Mala niña la verdad. Antes de aprender a leer o escribir, debe aprender a ser buena chica y educada. -Sí, ya lo sé, Soledad. Sé bien como madre que soy, que debo educar a mis hijas y enseñarles el lado amable de la vida. Es así con Sofi y con Paula. Pero con Clara es como si nunca aprendiera nada. Siempre te viene con algo, habla con palabras subidas de tono a sus amigas y hermanas, especialmente a Sofía. La cuestión es que mi tía y Vero siguieron discutiendo hasta que llegó a tal punto de mantener a la chica bien vigilada, procurando que no salga sin permiso, o de lo contrario tendría tremendo castigo.
            

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