domingo, 29 de agosto de 2021

Una historia para contar. La ciudad del caos, Capítulo 9

Era un fin de semana como cualquiera, sábado por la mañana. Había hecho ya todas mis tareas como cualquier estudiante responsable y estudioso. 

Salí a buscar unas cosas para el almuerzo y pasé por  la casa de mi amiga Rocío. 
No me lo esperaba: pila de cosas tiradas en el suelo de la entrada como si un perro hubiera pasado por allí, destrozando toda la basura a su paso. Pero no se trataba de un perro, sino de tres niños chicos que andaban jugando solos en la calle, así que me acerqué y les hablé. 

—¡Hola! Me llamo Lorena. Ustedes... ¿de dónde aparecieron? ¿Quienes son? 
—Soy Kevin. Tengo nueve años. Y ellas son mis hermanas Sofía y Melanie. Sofía tiene siete años y Melanie cinco. Un gusto. 
—¡Oh! Muy bien educado y amable como para tener nueve años. Parece que tuvieras... trece o catorce. Yo estoy por cumplir catorce —les dije. 
—Ah, qué bien. Bueno, nosotros vamos a volver a casa ahora. Sigue pasando una linda mañana, Lorena. —me dijo, mientras señalaba a las niñas para que guarden sus cosas antes de irse.

Al entrar a la casa, encontré a Pamela, la mamá de }Rocío. Estaba sentada en el sofá leyendo un periódico. 

—¡Hola! Disculpa la molestia, pero vine a dejar el... ta... 
—Ah, sí. Lo olvidaba. el tazón que me habías pedido hace una semana, aunque nunca entendí para qué lo necesitabas. —me dijo.
—Era para un proyecto.
—¿Un proyecto?
—Sí, una especie de experimento con tazones. Mi tía no podía prestarme uno de los suyos porque dice que... ha estado muy ocupada en una actividad que también se necesitaban varios de esos. Y ella cada día llevaba más. Un día dos, otro día tres, otro día cuatro... hasta que pasó la semana. Y para mí, era importante realizar el proyecto. 
—Qué serán esas actividades raras en las que se mete tu tía. Estará inventándose algo llamado... "La Tarrería", seguramente. 
—¿Tarrería? ¿Y eso?
—Hmm... Cosas de tazas, tazones... tarros en fin. 

Esa manera de decirlo de Pamela, me sonaba algo infantil, así que dejamos ese asunto de los tazones. Le pregunté sobre Rocío. Estaba en su cuarto, así que la fui a saludar. 

—La panda morada —dijo, sin mirarme ni señalarme. 
—¿Qué? —le pregunté. 
—Nada, estoy viendo algo de mi hermana. Sucede que... 
—Espera. ¿no vas a hablarme de la tarrería ni nada de eso, no? —era evidente que no lo iba a entender.
—¿what? Oh... no sé de qué va eso de la "Tarrería, pero no es nada de eso. Solo lee esto y dime. 
—La... panda morada —dije. 
—Sí, de eso se trata. Es que mi hermana está intentando hacer una especie de cuento con eso. Es para un concurso. La idea es que los cuentos lleven la palabra morado o morada en él. Aunque es algo estúpido y de gente tonta (a ella misma se lo dije) pero quiso participar en ese concurso, de todos modos. 
—ja, ja, ja. Gente raruna —le dije. 
—El otro día me hablabas de... Álvaro, o algo así era su nombre; y yo me iimaginaba crear una historia de amor llamada... Lore Lightwood y los cuarenta amores. Incluido él. 
—¿Lightwood? ¡Pero qué es eso! No estás inventando cosas... o estás obsesionada con ese libro de los Shadowhunters que te di el otro día, que ya me cambias hasta el apellido. Y los 40 amores, otra tontería, muy relacionada con... una historia de mi abuelo.
—Es que... yo... ¡Lore A... Al... bueno, no lo recuerdo ya. Ja, ja, ja. 
—Alvarado, supongo. Aunque... ni es A, ni empieza con A.  
—Bueno. Lore Hernández, supongo. 
—Al fin. Al fin lo recordaste. Bueno, espero que tengas un lindo día, debo ir a llevar unas cosas a casa. ¡Te quiero!

Salí de aquella casa, aturdida. Primero con lo de los tazones, el artilugio favorito de la señora. y ahora... un concurso de cuentos medio estúpido y una chica obsesionada con un libro. Tanto, que ya hasta le cambia el apellido a su mejor amiga. 

—Tía, he... regresado. Disculpa tanta demora. 
—Nada, amor. Recién me acabo de duchar. Creo que estaba durmiendo cuando te fuiste. y tu tío... no se despierta ni con el sonido de un rayo parece. Así que tranqui.
—Ah, bueno. Pero... tengo unas novedades medias raras para contarte.
—¿Novedades medias raras?
—Sí, así es. 

Le conté toda la historia. Lo de los niños, el papel a medio terminar del  cuento de la hermana de Rocío, lo de los tazones... 

—No. Mi amor, esas son cosas muy raras. A esos niños nunca los vi. y... ¿Qué clase de tazones decías? 

Me pareció que mi tía estaba perdiendo la memoria o algo por el estilo. Ni siquiera recordaba haberme dado un libro para regalarle a Rocío por su cumpleaños. aquel libro con el que quedó obsesionada e intentó cambiarme el apellido.

Llamé a un médico que era amigo suyo. Le conté todo eso y que ella ya no era capaz de recordar cosas como esas. 

—Buenas. Mira, Lore querida. Vas a tener que traerla cuando puedan, ya que esto es un tema algo serio. Tu tía se pudo haber caído, golpeado fuerte mientras se duchaba... 

Pero ella dijo que no se había caído ni nada por el estilo. O tal vez quiso ocultar lo de la caída para no dejar mal a nadie. Así que le dije unas cosas al doctor, corté la llamada y me fui a ayudar con unas cosas.

Cuando estaba lista la comida, recibí un mensaje. Era de Álvaro, el chico con el que estaba saliendo. 

"Hola, Lore: Siento lo de tu tía. me lo acaba de contar Magalí, me la encontré en una esquina. Iba a buscar unas cosas a la casa de mi primo y me la encontré, cerca de la tienda de ropa. 
Me contó que tu tía se dio un golpe en la ducha y está perdiendo la memoria. Espero que de las heridas se recupere, aunque dudo que vuelva a recuperar los recuerdos en algún momento. 
Saludos y corazoncitos."

De pronto, me desperté. Estaba en mi cama. Miré la hora en el reloj que tenía en una mesita, las 10 y 25 de la mañana. 
Preparé el desayuno y saludé a mis tíos y a Magalí. Cuando el desayuno estaba listo, serví una taza de café para cada uno de nosotros y unas tres tostadas para cada uno.
Luego les conté sobre el sueño raro que tuve. Magalí dijo: 
—No, vos no regalaste ese libro, si lo estás diciendo así. Parece que la que está obsesionada con ese libro sos vos. tanto, que soñás cosas raras... 

Nos echamos todos a reír. No sabía que un libro causaría tantas cosas raras. Desde pensar que se lo regalaste a una compañera a quien le encantó, hasta creer que ella te intentó cambiar el apellido más de una vez. 

Y lo de los tazones... nada mejor que un baldazo de agua fría a quien inventó eso. 


Historia loca, la ciudad del caos

Este capítulo está dedicado a personas locas, entre las cuales me incluyo.

sábado, 28 de agosto de 2021

Una historia para contar. La ciudad del caos, Capítulo 8

Preparé mis cosas y me dispuse a estudiar un poco para la prueba que tendríamos la semana siguiente. Esperaba tener una buena calificación, y así, poder obtener un mejor rendimiento en la materia de Biología. pero era casi un reto, ya que desde que llegué a enterarme que mi compañera Rocío estaba pasando mal momento en el liceo, las cosas iban de mal en peor para mí. Me preocupaba tanto, que llegué a bajar un poco, pero solo era un poco. Esa noche, no logré dormir casi. Me puse a pensar en alguna cosa para decirle a la directora del liceo. Aunque ya se notaba que cada cosa que le dijeras a ella, te lo tomaría como mentira y te daría un mes entero sin clase. Así que debía haber argumentos válidos para todo lo que estaba pasando. Porque... ¿Cómo las cosass podían ser así? Desde que la profesora de Historia nos había dicho cosas relacionadas a que la chica parecía un bebé y que la mandaran a una escuela especial, o que no debía estar en clases con nosotros... Eso, sinceramente me artó bastante, a tal punto de que ya varias veces me he quedado dormida en medio de la clase. —¿Lorena Martínez?— preguntó con algo de enojo. —No sé lo que haces... ¿Durmiendo en medio de la clase? ¡Mejor te vas del salón, ahora mismo! — Y así repetidas veces. De pronto, apareció mi tía en el cuarto. Al fin con quien desahogarme. Le conté la situación por la que estoy pasando yo luego de tantos problemas con mi compañera de clases y los profesores, porque sinceramente me dolía la cabeza. Tanto ocultárselo a mi tía durante su buen de tiempo y ahora sí que era necesario que lo sepa. Las materias en las que bajé rendimiento y las en las que me he quedado dormida, noches sin dormir tranquilamente en las que me despertaba a las 3 de la mañana y no me podía volver a conciliar el sueño... En fin, cosas. —Tranqui, linda. Sé que te sentís frustrada. La cosa es cómo explicarle las cosas a la directora. Dejame contarte. Junto con la profesora de Historia, el de Matemáticas, la de Literatura y el mismísimo de Filosofía... Con ellos he tenido problemas. El caso es que antes de vivir en la casa donde vivimos ahora, incluso antes de traerte con nosotros, vivíamos en una zona en la que cualquier vecino armaba rumores sobre otros vecinos más. Por ejemplo, se contaba que la profesora de Historia era una niñera que no era niñera, sino que maltrataba niños. Todas las personas que la contrataron fueron cómplices, nadie decía nada sobre sus malas acciones. ni la policía local llegó a enterarse en su momento todas esas cosas. —¿aah sí? ¿Cómo terminó todo ese asunto? —le pregunté. —Es que mira. Una de esas veces, en un encuentro por peleas más que otra cosa, la profesora reveló qué era lo que hacía en realidad. Solía vender ropa en una feria cercana en su tiempo libre. Durante el resto de días, los días de semana, trabajaba como profesora en un instituto. La verdad es que... son cosas que, si bien a veces nos enteramos una cosa, luego termina siendo otra que no tiene nada que ver. Lo digo porque en un momento, llegó su marido a contarnos que lo que ella hacía en realidad, era robar ropa y a veces se encontraba algún que otro niño en la calle y lo maltrataba. Aunque no lo creas, cuando él nos dijo eso, había algo en su voz que nos hizo sospechar. No comprender si lo que él decía y afirmaba era cierto, o era una de esas tales mentiras que armó para un discurso en el que asustar era la conclusión a la que quería llegar. Luego de escuchar la historia de mi tía, me puse a pensar si esto tenía algo que ver con todo este escándalo de los 4 profesores y la "Chica que parece un bebé". Pero nada de esto tenía relación alguna con toda esta revuelta de cosas. Me dormí como a las dos de la mañana. Estaba agotada, pero desde más temprano que no lograba dormir. Así que, creo que la charla con mi tía, después de todo, me ayudó a quitarme algunas dudas que tenía sobre toda esta gente rara. A la mañana siguiente, me desperté y desperté a Magalí, que debía ir a estudiar igual. A pesar de haber dormido poco, me sentía como restaurada. Me preparé un café y seguí repasando algunos de mis apuntes para el escrito que llegaba. Mientras tanto, no dejaba de pensar en mi compañera. Al llegar al liceo esa tarde, me sentí como si me faltara algo. Vi a todos mirándome con unas caras feas, de vergüenza, como si en aquel momento... o incluso antes había hecho algo malo. —¿Qué ha pasado? ¿Qué se meten conmigo? ¿A caso soy una estrella de rock a la que admiran y de un momento a otro empiezan a odiar? —todos se me quedaron mirando, pero al cabo de unos segundos, se echaron a reír. —¡Mirate, tarada! —decían unas compañeras mientras largaban carcajadas estruendosas. —¿Y ahora qué, Antonella? ¿Otra vez querés verme la pinta de taradúpida que tengo, vos y la Manzanita? —Manzanita era el apodo de otra de mis compañeras. Ella y Antonella eran buenas amigas entre sí, pero eran dos chicas bastante raras. —¿Y bueno, algo es algo, no? Nada era algo en ese momento. Quería agarrar mis cosas y salir corriendo, haciendo trancadillas e impidiendo el paso por unos segundos a todo aquel que pase por mi lado y me empiece a mirar de 10000 maneras, como si algo fuera en mi contra y todos lo hicieran igual. Por fin, llegó el momento esperado para ir a hablar con la directora sobre todos estos asuntos raros por los que estaba pasando. Llegué, me senté y esperé a que ella termine de anotar algunas cosas, hasta que por fin me dio la palabra. "Bueno, señora directora. Empezaré diciéndole que muchas gracias por aceptar que yo haya venido a hablar sobre todo este asunto de Rocío y las clases. Bueno, déjeme que le explique, ya que me he enterado que no sabe nada al respecto. Bien, el caso es que..." Y así seguí, contándole la historia con detalles exactos sobre todo lo que ha estado pasando en el liceo desde inicios de año. —Bien, Lorena. A ti sí que te creo. Cada una de tus compañeras me fue contando versiones distintas de los hechos, pues mirá. La secretaria me contó todas esas cosas que vos me contaste recién y me dijo que si quería saber si lo que ella decía era cierto, que les preguntara a algunos de los alumnos de tu grupo. Y así lo hice, pero todos me contaban versiones muy distintas sobre los hechos, pero nadie mencionó a Rocío, en ningún momento. Todos hablaban de sus casos personales. Incluso, una compañera llegó a decir que esa tal Rocío en realidad no quería hacer nada en clases. Que por más que la obligaran, ella negaba todo, cosa que he hablado con su madre y me dijo que ninguna de esas historias es cierta. Me contó unas cosas más y luego me felicitó por haber hecho tan bien mi trabajo, el de contar la verdad, y nada más que la verdad. Luego, en plena salida directo a casa, me encontré a un grupo. Eran cuatro chicos y tres chicas, todos vestidos con el uniforme. Las chicas me miraron, pero los chicos solo se limitaron a lanzar un par de insultos en voz baja, sin mirarme. Me sentía espantada. quién sabe lo que este grupo quería de mí. —¡eh! —gritó uno de los chicos. —¿qué os pasa? —Marcos, ya dejá de hacerte el españolito y vení para acá. Esto es un tema serio. —dijo una de las chicas, a la que Marcos siguió. Luego todos salieron corriendo y yo aproveché para irme también. Pero a mitad de camino, una chica me encontró. Era Antonella, la chica que dos horas antes, junto con su compañera Elena, más conocida en el grupo como "Manzanita", se rieron mío y me trataron de estúpida, anda a saber por qué. —Lorena... vengo a pedirte disculpas. Sucede que hace un rato, antes de irnos, estuve hablando con tu amiga Rocío. no parece mala persona, a decir verdad. Es bastante simpática y... entendible. Cómo que todos en el grupo dicen que habla como bebé; pues no parece. Y está feliz de saber que por lo menos alguien la entiende e intentó lo que pudo para ayudarla. Primero que nada. Sé que estuviste hablando con la directora hace un rato, y lo supe desde antes que lo hicieras. Clarisa, la secretaria, me dijo que tú la estabas ayudando. Que varios compañeros (Elena y yo no estamos entre ellos) contaron historias trágicas que nada que ver con la situación de Rocío. Con Elena nos reímos bastante al enterarnos de que llegaba tu turno porque, si bien la directora no les creyó, tendría tal vez algún motivo para no creerte a vos. Era evidente. Así que cuando nos enteramos que la directora te felicitó, nos dimos cuenta del error que cometimos. Sinceramente fue un grave error burlarnos de la delegada. Así que por favor... ¿nos disculpas? —Claro —respondí yo. Estaba segura de que semejante cosa no volvería a pasar... 

Una historia para contar. La ciudad del caos, Capítulo 7

Buenas a todos. En esta oportunidad les traigo el capítulo 7 de mi historia, llamada La ciudad del caos. Espero lo disfruten Una nueva compañera había ingresado a mi grupo de clase. Se llama Rocío. Es una buena compañera, siempre intentando ayudar a los demás con lo que se pueda. Pero ella,    a diferencia de los demás, tiene algo que la hace única y especial. A pesar de tener problemas de motricidad a causa de una parálisis cerebral, siempre tiene unas ganas de vivir la vida sin más ni menos complicaciones. Rocío siempre anda con una sonrisa, sus ganas de ayudar con las tareas y sus canciones divertidas y locas en el recreo. Este año en el liceo en el que estudio, los directores dejaron de lado la exclusión, y decidieron dedicarse a la inclusión de personas con discapacidad en la institución. Personas ciegas y con baja visión, personas autistas que requieran estudiar en un colegio normal, y de los que tengan alguna complicación con la movilidad también son incluidas acá. Tal es el caso de Rocío, una chica de 14 años, que tiene lo que ya mencioné anteriormente. Cuando Juan y Melany, unos buenos amigos que tenía por allá, me hablaron de ella, pensaba. ¿Cómo haremos con ella entonces? ¿Qué será de ella con las tareas y cómo hará las cosas? Ya que siempre pensé que la parálisis podría afectarle en la memoria y se olvidaría de todo lo aprendido en el colegio. Pero ellos me lo explicaron todo. Resulta que nuestra compañera tiene solamente problemas de motricidad. No quiere decir que solo por tener esto le vaya a afectar en la memoria y eso. solamente que sus movimientos con las manos a veces se descontrolan un poco, y en fin... tocará saber más de ella en cuanto comiencen las clases. Pocos días después, comenzaron las clases. Todos vestidos con el uniforme nos presentamos en la institución escolar. Profesores, la dirección, trabajadores sociales, padres, ETC. listos para lo que sería la presentación y entrega de lo que sería la cartelera con los horarios. Yo entré a mi salón junto con el que se supone era mi grupo y unos profesores más. Entre tandas van, tandas vienen, ja ja ja, ji ji ji, y otros, ahí vi entrar a la chica que mis amigos me habían hablado. Allí estaba ella. Pelo largo, rubio y ojos azules, que parecía tener unos 14 años. Ella, sentada en una silla de ruedas, entró junto a su mamá al salón. Todos, menos yo, se pusieron a mirarla esperando algo de ella. Al entrar y decir "Buen día", nos dimos cuenta. Una chica se acercó y le habló en tono de como si le estuviera hablando a un bebé. le dijo cosas dulces como... "¿tas contenta que viniste a acá?" otros se acercaron con caramelitos y moneditas para regalarle una cada uno. Pero yo fui la única que tomó coraje y se acercó, se le presentó y dijo a los demás que de esa manera que hacían ellos, no se debe en una institución ya para adolescentes. —Pero Lore, lo que pasa es que ella es como una bebé. -dijo uno de los chicos mirándola fijamente. —¿Cuál es el lado de bebé que le ven a esta dama? yo la veo como una chica normal, con todo el derecho a venir a estudiar y luego dedicarse a lo que le guste. —Bueno, Lorenita. Lo que pasa es que ella... ella.... —Ella nada. -dijo una profesora. -ella es Rocío, tiene 14 años y viene a estudiar a este grupo, y ta. Nada más que eso. -continuó diciendo. Entonces, se me acerca en su silla, que se ve que tenía cómo manejarla ella. —¿Vos sos Lorena, no? —Sí, encantada. ¿vos sos Rocío, o Aitana, como sea. —¿Aitana? -me preguntó. —Aah, es que como andabas cantando una canción de Aitana hace un rato... -nos reímos las dos. Su manera de hablar era lenta, algo pausada, pero entendible al menos para mí. Mientras que otros compañeros aseguraban que hablaron con ella y no se le entendía nada de lo que decía. Luego de unos días, empezaron los problemas, los cuales iré contando en estos 3 capítulos siguientes, para no hacer tan larga la historia. Una vez, la profesora de historia pidió un trabajo en forma oral para evaluar qué tal presentábamos en esa modalidad. El tema era que Rocío, o "Rocío Aitana" como le decía yo de broma en los recreos, se sentía algo preocupada. Resulta que la tarea la teníamos que hacer en grupos, pero el grupo era en la casa. Todos ya tenían asignado su grupo (ya que la profesora decidió asignar ella misma) pero la pobre Rocío estaba fuera de todo. La profesora no la dejaba participar en las clases. Cada que levantaba su mano para pedir la palabra y decir algo, la ignoraba y daba el pase al siguiente que levantó la mano. Cuando ella se ofrecía para leer uno de esos libros que la profe mandaba, de igual forma la muy descarada la ignoraba, y así sucesivamente. Cada que había que hacer una actividad grupal, la chica quedaba fuera de todo. La profe mandaba descaradamente a que la llevaran a una sala de juegos infantiles que quedaba "a la vuelta de la esquina", pero los empleados ignoraban la petición. y así, nuestra colega iba bajando el rendimiento en la materia. En las demás materias, por ejemplo matemáticas, todo iba normalmente con ella. El profesor de matemáticas sabía la relación tan estrecha que llevábamos, que siempre nos juntaba para los trabajos en equipo en la clase. Sigamos con el caso: La profesora de historia había dado un plazo desde el 15 de mayo hasta el 25 de ese mismo mes para realizar la tarea domiciliaria grupal, pero Rocío estaba más excluida que como si fuera perro junto al tarro de basura. En una de esas, le pedí la dirección de su casa para poder ir a hablar con su mamá y contarle toda la situación, pues ya me sentía bastante preocupada. Al llegar a la casa, se dio la siguiente conversación: —¡Buenas! Yo soy Lorena, seguro tu hija te habló de mí alguna vez. —Encantada, Lorena. Me llamo Pamela, soy la mamá de Rocío. Ella me dijo montón de cosas buenas tuyo, que le gusta cuando te preocupas por ella e intentas ayudarla. Por cierto, ¿conoces a Bianca Flores? —Sí, Bianca es amiga de mi tía, Soledad Hernández. —Bueno, yo soy hermana de Bianca. Sé que nunca les habló de mí, pero es pura casualidad que te he visto con Bianca y tu familia pasar cerca de acá, mi casa. Luego de una buena charla y de contarle la situación a Pamela, quedamos en encontrarnos el jueves en el colegio para hablar, yo como testigo, con la directora sobre esta situación.