sábado, 28 de agosto de 2021

Una historia para contar. La ciudad del caos, Capítulo 8

Preparé mis cosas y me dispuse a estudiar un poco para la prueba que tendríamos la semana siguiente. Esperaba tener una buena calificación, y así, poder obtener un mejor rendimiento en la materia de Biología. pero era casi un reto, ya que desde que llegué a enterarme que mi compañera Rocío estaba pasando mal momento en el liceo, las cosas iban de mal en peor para mí. Me preocupaba tanto, que llegué a bajar un poco, pero solo era un poco. Esa noche, no logré dormir casi. Me puse a pensar en alguna cosa para decirle a la directora del liceo. Aunque ya se notaba que cada cosa que le dijeras a ella, te lo tomaría como mentira y te daría un mes entero sin clase. Así que debía haber argumentos válidos para todo lo que estaba pasando. Porque... ¿Cómo las cosass podían ser así? Desde que la profesora de Historia nos había dicho cosas relacionadas a que la chica parecía un bebé y que la mandaran a una escuela especial, o que no debía estar en clases con nosotros... Eso, sinceramente me artó bastante, a tal punto de que ya varias veces me he quedado dormida en medio de la clase. —¿Lorena Martínez?— preguntó con algo de enojo. —No sé lo que haces... ¿Durmiendo en medio de la clase? ¡Mejor te vas del salón, ahora mismo! — Y así repetidas veces. De pronto, apareció mi tía en el cuarto. Al fin con quien desahogarme. Le conté la situación por la que estoy pasando yo luego de tantos problemas con mi compañera de clases y los profesores, porque sinceramente me dolía la cabeza. Tanto ocultárselo a mi tía durante su buen de tiempo y ahora sí que era necesario que lo sepa. Las materias en las que bajé rendimiento y las en las que me he quedado dormida, noches sin dormir tranquilamente en las que me despertaba a las 3 de la mañana y no me podía volver a conciliar el sueño... En fin, cosas. —Tranqui, linda. Sé que te sentís frustrada. La cosa es cómo explicarle las cosas a la directora. Dejame contarte. Junto con la profesora de Historia, el de Matemáticas, la de Literatura y el mismísimo de Filosofía... Con ellos he tenido problemas. El caso es que antes de vivir en la casa donde vivimos ahora, incluso antes de traerte con nosotros, vivíamos en una zona en la que cualquier vecino armaba rumores sobre otros vecinos más. Por ejemplo, se contaba que la profesora de Historia era una niñera que no era niñera, sino que maltrataba niños. Todas las personas que la contrataron fueron cómplices, nadie decía nada sobre sus malas acciones. ni la policía local llegó a enterarse en su momento todas esas cosas. —¿aah sí? ¿Cómo terminó todo ese asunto? —le pregunté. —Es que mira. Una de esas veces, en un encuentro por peleas más que otra cosa, la profesora reveló qué era lo que hacía en realidad. Solía vender ropa en una feria cercana en su tiempo libre. Durante el resto de días, los días de semana, trabajaba como profesora en un instituto. La verdad es que... son cosas que, si bien a veces nos enteramos una cosa, luego termina siendo otra que no tiene nada que ver. Lo digo porque en un momento, llegó su marido a contarnos que lo que ella hacía en realidad, era robar ropa y a veces se encontraba algún que otro niño en la calle y lo maltrataba. Aunque no lo creas, cuando él nos dijo eso, había algo en su voz que nos hizo sospechar. No comprender si lo que él decía y afirmaba era cierto, o era una de esas tales mentiras que armó para un discurso en el que asustar era la conclusión a la que quería llegar. Luego de escuchar la historia de mi tía, me puse a pensar si esto tenía algo que ver con todo este escándalo de los 4 profesores y la "Chica que parece un bebé". Pero nada de esto tenía relación alguna con toda esta revuelta de cosas. Me dormí como a las dos de la mañana. Estaba agotada, pero desde más temprano que no lograba dormir. Así que, creo que la charla con mi tía, después de todo, me ayudó a quitarme algunas dudas que tenía sobre toda esta gente rara. A la mañana siguiente, me desperté y desperté a Magalí, que debía ir a estudiar igual. A pesar de haber dormido poco, me sentía como restaurada. Me preparé un café y seguí repasando algunos de mis apuntes para el escrito que llegaba. Mientras tanto, no dejaba de pensar en mi compañera. Al llegar al liceo esa tarde, me sentí como si me faltara algo. Vi a todos mirándome con unas caras feas, de vergüenza, como si en aquel momento... o incluso antes había hecho algo malo. —¿Qué ha pasado? ¿Qué se meten conmigo? ¿A caso soy una estrella de rock a la que admiran y de un momento a otro empiezan a odiar? —todos se me quedaron mirando, pero al cabo de unos segundos, se echaron a reír. —¡Mirate, tarada! —decían unas compañeras mientras largaban carcajadas estruendosas. —¿Y ahora qué, Antonella? ¿Otra vez querés verme la pinta de taradúpida que tengo, vos y la Manzanita? —Manzanita era el apodo de otra de mis compañeras. Ella y Antonella eran buenas amigas entre sí, pero eran dos chicas bastante raras. —¿Y bueno, algo es algo, no? Nada era algo en ese momento. Quería agarrar mis cosas y salir corriendo, haciendo trancadillas e impidiendo el paso por unos segundos a todo aquel que pase por mi lado y me empiece a mirar de 10000 maneras, como si algo fuera en mi contra y todos lo hicieran igual. Por fin, llegó el momento esperado para ir a hablar con la directora sobre todos estos asuntos raros por los que estaba pasando. Llegué, me senté y esperé a que ella termine de anotar algunas cosas, hasta que por fin me dio la palabra. "Bueno, señora directora. Empezaré diciéndole que muchas gracias por aceptar que yo haya venido a hablar sobre todo este asunto de Rocío y las clases. Bueno, déjeme que le explique, ya que me he enterado que no sabe nada al respecto. Bien, el caso es que..." Y así seguí, contándole la historia con detalles exactos sobre todo lo que ha estado pasando en el liceo desde inicios de año. —Bien, Lorena. A ti sí que te creo. Cada una de tus compañeras me fue contando versiones distintas de los hechos, pues mirá. La secretaria me contó todas esas cosas que vos me contaste recién y me dijo que si quería saber si lo que ella decía era cierto, que les preguntara a algunos de los alumnos de tu grupo. Y así lo hice, pero todos me contaban versiones muy distintas sobre los hechos, pero nadie mencionó a Rocío, en ningún momento. Todos hablaban de sus casos personales. Incluso, una compañera llegó a decir que esa tal Rocío en realidad no quería hacer nada en clases. Que por más que la obligaran, ella negaba todo, cosa que he hablado con su madre y me dijo que ninguna de esas historias es cierta. Me contó unas cosas más y luego me felicitó por haber hecho tan bien mi trabajo, el de contar la verdad, y nada más que la verdad. Luego, en plena salida directo a casa, me encontré a un grupo. Eran cuatro chicos y tres chicas, todos vestidos con el uniforme. Las chicas me miraron, pero los chicos solo se limitaron a lanzar un par de insultos en voz baja, sin mirarme. Me sentía espantada. quién sabe lo que este grupo quería de mí. —¡eh! —gritó uno de los chicos. —¿qué os pasa? —Marcos, ya dejá de hacerte el españolito y vení para acá. Esto es un tema serio. —dijo una de las chicas, a la que Marcos siguió. Luego todos salieron corriendo y yo aproveché para irme también. Pero a mitad de camino, una chica me encontró. Era Antonella, la chica que dos horas antes, junto con su compañera Elena, más conocida en el grupo como "Manzanita", se rieron mío y me trataron de estúpida, anda a saber por qué. —Lorena... vengo a pedirte disculpas. Sucede que hace un rato, antes de irnos, estuve hablando con tu amiga Rocío. no parece mala persona, a decir verdad. Es bastante simpática y... entendible. Cómo que todos en el grupo dicen que habla como bebé; pues no parece. Y está feliz de saber que por lo menos alguien la entiende e intentó lo que pudo para ayudarla. Primero que nada. Sé que estuviste hablando con la directora hace un rato, y lo supe desde antes que lo hicieras. Clarisa, la secretaria, me dijo que tú la estabas ayudando. Que varios compañeros (Elena y yo no estamos entre ellos) contaron historias trágicas que nada que ver con la situación de Rocío. Con Elena nos reímos bastante al enterarnos de que llegaba tu turno porque, si bien la directora no les creyó, tendría tal vez algún motivo para no creerte a vos. Era evidente. Así que cuando nos enteramos que la directora te felicitó, nos dimos cuenta del error que cometimos. Sinceramente fue un grave error burlarnos de la delegada. Así que por favor... ¿nos disculpas? —Claro —respondí yo. Estaba segura de que semejante cosa no volvería a pasar... 

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