lunes, 27 de diciembre de 2021

Una historia para contar: La ciudad del caos, capítulo 11

La ciudad del caos

Capítulo 11


Se nos ocurrió buscar con otro método: _Consistía en buscar en lugares prohibidos de entrar para los niños. lugares donde podría haber peligro y tal, puesto que... los niños en esas edades suelen ser muy traviesos y... ya sabes dónde te podrías encontrar alguno de ellos...

Sonaba aterrador para dos madres preocupadas pensar en lo que podría haber pasado, pero valía la pena hacer al menos un intento. Así que nos organizamos para ir al día siguiente a alguno de esos lugares prohibidos para niños que tenían cerca de su casa.


Vimos una pista en una de las calles. Era una zona de mucha delincuencia, en un barrio muy inseguro y donde casi nadie podía vivir en paz; bueno, si se pudiera, serían pocos vecinos los que lo logren. 

Allí vimos una plaza, supermercados y casas. Casas, casas y más cas... Pero esperen, vimos cuatro casas abandonadas. Esto indica que deberíamos ponernos a buscar en cualquier sitio que encontremos adecuado para hacerlo; Ya sé, en el supermercado.

—¿Estás segura? —me preguntó la mamá de la niña.

—Sí que lo estoy. Vine a estos lados con una amiga de mi tía hace un año. Bueno, no vinimos exactamente acá, pero pasamos cerca. Cuando fuimos a pasar la tarde en un campo.

—Ah bien, confío en ti, busquemos acá a ver si encontramos al menos alguna pista o a al menos uno de los chicos perdidos allí.


Ya estando en el mercado, les dije: 

—¡A buscar! ¡No debemos perder la esperanza! 


Mientras caminábamos, en una zona nos encontramos con una TV de buen modelo, buena marca y alta calidad (HD) 


—¡Mira ese TV! —le dije a la madre del niño. 

Pero justo escuchamos lo siguiente. 

-¡Atención! Presos fugaron hace unos días del penal número 1 de la ciudad de Entrada (más conocida como "La ciudad del Caos") La policía está tratando de dar con ellos. Un hombre y una mujer, de 40 y 39 años respectivamente. Quienes conozcan a estos sujetos, por favor comunicarse al *(número reservado) para más info. La mujer es delgada, alta  y cabello rubio, tiene 39 años y fue encarcelada recientemente por robo en varios domicilios. 

El hombre tiene 40 años, alto y gordo. También encarcelado por robo.

Ambos aseguran tener una hija de unos 8 o 9 años. 


—¿Qué... Es esto? —Pregunté algo extrañada.


Pensamos que alguien nos estaba haciendo una broma, pero entonces vi a una mujer alta, delgada y parecía tener unos 30 o por ahí. Estaba en una zona ya bastante alejada de donde habíamos encontrado el smart TV hacía un rato. 

La mujer andaba con dos niños bastante pequeños. No bebés, pero sí pequeños. 


—¿Vieron, chicas? —Pregunté.

—¿Esa mujer que está por allá? —Preguntó Carina, la madre del niño.

—Sí, así es. Está junto a dos niños pequeños y una cajera. —Dije yo.

—Esa mujer debe tener a los niños que buscamos. Vamos a ver. si no damos con ellos en este preciso momento, seré yo quien se encargue de esta situación. Llamaré a la policía y denunciaré a todo el personal de este supermercado sin importar si luego sea yo quien tenga que sufrir las consecuencias. Lo hago por bien de los niños, por bien de la familia. —dijo Carina algo enfadada. 

—No, Carina. No lo hagas. Te lo digo por tu bien y por el bien de toda la familia y los trabajadores de este lugar. A varios de ellos los conozco desde que fuimos a la universidad, y allá cada cierto tiempo me junto con alguno que otro de ellos. —Dijo Daniela, la madre de la niña.

—No, no. De ninguna manera, ya que, primero que todo: ¿Cómo podemos asegurar que esa mujer es una criminal sin saber antes su procedencia, de dónde llegó, quiénes son esos niños? Ustedes podrían estar hablando de la mujer que describieron en el informativo, ¿Pero cómo podemos saber si es ella? Hay muchas mujeres con las características descritas anteriormente, así que. Puede ser que no sea. con esto me refiero a que la información dada en ese informe fue muy ambigua, poco coherente y carente de sentido. No se sabe su ubicación actual, ni el nombre de su supuesta "hija de 8 o 9 años", ni si los niños... Bueno, en fin, les estoy dando mucho en qué pensar. Así que vamos, ¡A seguir buscando! —Les dije. 


Mientras buscábamos, encontramos un grupo de personas sentadas en una escalera, me parece que eran trabajadores de por allí. Uno de ellos nos saludó y nos dijo:

—¿Y ustedes, qué hacen por aquí en estos momentos? 

—Nada, estamos queriendo encontrar a dos niños perdidos. Llevan unos días, y tememos que algo les haya pasado. —Dije yo.

—Hace unas horas, vimos a dos niños y una mujer, con ropa bastante sucia, vestidos de una forma tan desagradable que, sin dudarlo, les dimos algo gratis para que coman y beban. —Dijo el segundo de los trabajadores.


Luego nos pusimos a conversar un rato, sobre cómo travesuras de niños pequeños pueden llegar a cosas... Algunas buenas, otras no tan buenas y otras malas. Y mientras tanto, pensábamos en que, si no lográbamos resolver este caso llamaremos a la policía y ellos se encargarían de ayudar. 

Pero justo cuando dije "policía", nos sentimos engañadas, ya que uno de estos trabajadores sacó un arma y mientras apuntó hacia nosotras, dijo lo siguiente:



—¡Al suelo, malditas desgraciadas! ¡Vamos, mier**! Si ustedes llaman a la policía, juro que las voy a matar. Así que... ¡No intenten denunciar a nadie!


De pronto, un guardia de seguridad entró a donde estábamos, le quitó el arma al muchacho y le dijo: 

—¿Qué hace usted acá? Usted no es un trabajador de este lugar. Y esta zona es para que los trabajadores vengan a descansar en algún momento. Pero usted... y encima armado, no tiene nada que ver. Y otra cosa: ¿Qué tiene en contra de estas dos señoritas? Quítese esa máscara, le doy una orden y a mí si doy órdenes, se tienen que respetar. ¿Entendido?


Entonces, el hombre obedeció la orden del guardia y se quitó la máscara que llevaba puesta. Y en fin, esa cara me pareció conocida. Al menos de verla, al menos de ver alguna foto o directamente a la persona en cuestión. 

O tal vez a un gemelo suyo, quién sabe la realidad. 


—Ajá. Con que usted es el hombre al que se anda buscando e investigando, Juan Pablo Martínez. Usted fue quien pasaba por varias casas robando comida y ropa, fingiendo vivir en la calle con una niña de 8 o 9 años llamada... Magalí, pero ese caso no es el que realmente importa. Dijo el guardia mientras maniataba al señor para llevárselo a los policías investigadores.


—Chicas, este caso es demasiado raro... No sé qué decir. En fin, sigamos buscando, que al menos con esta pista sé que lograremos hallar algo. —Dijo Daniela algo sorprendida. 


Yo estaba a punto de decir algo, hasta que veo a un grupo de cuatro personas. Dos mayores (uno vestido con uniforme policial) y dos niños bastante pequeños. 


—Buenas, soy el oficial Marcos Suárez, oficial de policía suplente. Creo que conocen a Mauricio. Se acaba de ir unos días a ver a su hermano a la capital ya que este  está muy enfermo. Y estos días más que nunca, tiene que estar la familia para apoyarlo en lo que se pueda.


—Y, ¿tienen alguna pista del caso para guiarnos? justo enfrente estaba el guardia con el ya desenmascarado secuestrador. 

El bijilante, al ver a los oficiales, les dice. 

—Encontramos algo aun mejor. Este es uno de los que andan buscando. Fingía ser uno de los trabajadores del personal de este centro comercial.


 Los oficiales, de inmediato, lo arrestan y le dicen. 

—¡Quedas detenido por evasión a la justicia en la modalidad de fuga de presos, secuestro de menores de edad, tenencia ilegal de armas y presunta delincuencia organizada y sicariato! 


Mientras se lo llevaban él gritaba: 

¡Malditas, desgraciadas, , traidoras, no saben con quien se meten, las van a pagar, las van a pagar. suéltenme malditos.

Hasta que ya no se le escuchó más. Justo en ese momento, aparecen más oficiales en el lugar y nos dicen. Gracias por ayudarnos a capturar a uno de ellos. Aún falta la mujer, pero tenemos que prepararnos para lo que se viene. 

—Vimos a la mujer pero no sola, sino con personas a su lado, y en cima la vimos en frente de una casa supuestamente abandonada. —dicen mientras se acercan a mí. 

—¡Captúrenlas! dije con coraje. 

—Justo eso es lo que vamos a hacer, pero ustedes estén listas para recibir a los niños. 


Nos dirigimos con los oficiales hasta la casa, y justo enfrente, vi a la mujer de la que tanto hablaban, pero tal como la describió el oficial que hablaba con nosotras, la vimos con más personas. VI también a lo lejos a los niños secuestrados. Los vi por la pequeña abertura que habían dejado al abrir la ventana. Mientras esperábamos, una de las personas se acerca a mi y me dice: 

—¿alguien aquí se llama Lorena? 

—YO, contesté. 


De pronto la persona me empezó a apuntar con el arma y me dice, te vas a morir, ¡te vas a morir! pero justo a lo lejos se escucha, policía nacional, están rodeados, ¡al suelo! ¡al suelo! ¡al piso! y se dan disparos al rededor. 

Nos sentimos asustadas, no sabíamos hacia dónde correr, mientras aún se escuchaba, tira el arma, tira el arma! pun pun pun y más disparos. Uno de los sicarios corría y decía, a mí no me agarran, pero un oficial lo siguió por de tras, suelta el arma, suelta el arma! y más y más disparos se desataban. 


Entre la tremenda balacera que se armó, nos abrimos paso para entrar a la casa, y vimos a los niños secuestrados atados. Entre ellos, estaba Magalí, mi hermana. 

—¡Lorena! —dijo al vernos.

—¡Magalí! —le dije algo sorprendida. ¿cómo llegaste hasta acá? Hoy a la mañana vi que estabas en casa.

—Lo que pasa es que iba a buscar algo a la casa de una compañera, cuando de pronto vi a un muchacho que me preguntó si quería un caramelo. Le dije que sí y me lo dio. Muy rico, tenía sabor menta. Pero lo peor, lo peor es que me fui quedando sin energías y caí al suelo como dormida. No sé cuánto habrá durado el efecto de esa sustancia que me dejó dormida, pero lo que sé es que recuerdo cuando la probé y... y lo siguiente, no me acuerdo de nada. Ni siquiera recuerdo cómo llegué acá...


Mientras conversábamos, se escucha la voz de un hombre que se acerca. 

—Están a salvo. Yo no lo pude reconocer al principio. No me parecía haberlo visto, pero apenas pude reconocer que llevaba puesto un uniforme de policía. 

—Soy el oficial Marcos Gómez. —Me dijo. —Soy un agente de la policía pero en otra ciudad. Sin embargo, cuando nos llegó la noticia de los que habían fugado, decidimos venir a ayudar a colegas de esta zona a buscarlos. 


—¡De nosotros nadie se nos escapa! —se escucha la voz de una mujer a lo lejos. 

—Traidora, desgraciada!. 

Pero el oficial que hablaba con migo grita: Claudio,  ¡agárrala, agárrala! y se fueron, chocando con tarros y cajas que la gente dejó tirados en medio del camino. 

Luego se oyeron gritos de mujeres, las máquinas dejaron de funcionar, las alarmas se empezaron a activar y se declaró la emergencia con una alerta, "Asesinos en acción".


De pronto, a lo lejos, más y más disparos se oyeron y se escuchaba. ¡Esta si que las pagan! pero con varios agentes custodiando, nos alejamos y nos fuimos a nuestra casa, para estar a salvo. 

Al llegar, encontramos un papelito escrito, el cual decía: "Mira, Lorenita. tenemos secuestrada a tu hermanita. ¿jamás le digas nada o sino tu, ella y toa tu bandita de locas van pa la tumba!"


Al leerlo me quedé pensando por un momento. A lo mejor esta fue una de las advertencias de los secuestradores. 

—Lo siento hermana, dije. Tengo que confesarte algo...


Pero justo cuando estábamos a punto de confesarle, se oyen golpes de puerta. Cuando abro, llega mi tío. 

—¡Lore! ¿Pero por qué te arriesgaste?

—Larga historia, tío. Mañana, si es que puedo, te la cuento.


A la noche, dormimos como siempre. Tratando de al menos olvidarnos de todo el trauma agotador de hoy.